martes, 2 de junio de 2009

A.H.E

Sin lugar a dudas que hoy en día, en este presente que nos toca vivir, podemos encontrarnos con cosas muy pero muy extrañas, para algunos pueden ser temáticas puramente sorprendentes y para otros no tanto. Muchos pueden preguntarse cuales pueden ser ese tipo de cuestiones, por ejemplo, nos puede sorprender el hecho de encontrar una billetera perdida por la calle. En segundo lugar, podemos vernos azotados por la sorpresa de encontrar a la persona que amamos en brazos de otra persona e inclusive besándose de manera apasionada provocando amor entre ellos, pero definitavamente, un vacío y una gran decepción en cada uno de nosotros, dando lugar tal vez, a un posible odio hacia esa cruel y desalmada persona que fue capaz de rompernos el corazón. En tercer lugar, muchos caen en la sorpresa sobre una temática muy particular, la cual es el sexo. Para algunos, la sexualidad es algo totalmente natural, a tal punto que pueden debatir sobre ella con suma franqueza y sinceridad. Claro está, y esto es axiomático que para otro tipo de personas, este tema es un tema tabú, puede dar cierto pudor e incluso timidez. A mucha gente le fascina el sexo y a otros no mucho que digamos.
Casi llegando al final del año 1989, sobre Buenos Aires, vivía una muchacha, llamada Ivana Iñiguez, dicha muchacha era jovencita, no llegaba a los veintitrés años de edad, era de estatura normal para una mujer, medía aproximadamente unos cientosesenta centímetros, su cabello, era de color oscuro, sus ojos verdes, tez trigueña y muy delgada. Ivana, se dedicaba al estudio de la floricultura, también como le gustaba mucho las temáticas relacionadas con la estética y los paisajes externos, se dedicaba a la fotografía. Era una chica sumamente afortunada, tenía la tremenda suerte de no tener que trabajar, ya que sus padres podían financiarle la carrera, o mejor dicho, las carreras que seguía. Ella, sólo tenía que poner su granito de arena para esforzarse en el arte.
El taller al cual asistía era sumamente pequeño, tanto en número de estudiantes como en el espacio en las amplitudes edilicias en las que cursaban, el aula, era un salón pequeño, tendría como mucho una superficie de cincuenta y seis metros cuadrados aproximadamente. El mismo, poseía pinturas enmarcadas a lo largo de las paredes, esculturas de arcilla y también fotografías de distintos paisajes mundiales como por ejemplo: el Coliseo romano, las pirámides de Gizeh, en Egipto, la torre de Tokyo y sin quedar rezagadas; la torre Eiffel y el Arco del Triunfo parisenses.
Todo estaba armado al gusto de cada estudiante y de sus respectivos profesores de clases, los cuales siempre mandaban investigaciones sobre paisajes mundiales y sobre maestros del arte estético, como Monet, Dalí y Picasso.
Los alumnos que cursaban eran pocos, quizás como máximo se podían contabilizar una docena o una quincena de personas. En el fondo del salón, muy aislado de todos, se sentaba un chico, de unos dieciocho años de edad, recién ingresante en 1989, era un muchacho extranjero, su familia se había mudado desde la ciudad italiana de Nápoles, debido a que él y sus padres eran los únicos que residían en Italia, el restante linaje permanecía inmóvil en territorio argentino, de modo que, para estar todos afianzados, aquella familia trajo consigo su esencia hasta Sudámerica. El muchacho italiano, era conocido bajo el nombre de Paolo Zambranni, era tímido y muy cerrado en cuanto al trato con otras personas. Vivía bajo su propio mundo, a tal punto que le gustaban cosas tremendamente “anormales” para el resto de la gente, en cuanto a la música, literatura y aficiones. A pesar de que el muchacho era oriundo del “país de la bota”, hablaba muy bien el español.
En tanto, siempre los alumnos del curso se acercaban a hablarle, pero por H o por V, Paolo siempre los rechazaba, no quería saber absolutamente nada con nadie. Muchos pensaban que quizás, sea un método para hacerse notar, o a lo mejor pasaba por algún problema psicológico desconocido para ellos. Siempre estaba serio, y con la perdiz baja, únicamente levantaba la cabeza cuando los profesores escribían en el pizarrón o explicaban conceptos oralmente.
Ivana, en tanto, siempre observaba a Paolo, le intrigaba saber que escondía ese extraño chico, quería averiguar porque estaba siempre con la perdiz baja y con sentimientos tan lúgubres, ella siempre se distraía por observarlo. Pensando y pensando sobre este tema, decidió hablarle al final de la clase, se acercó hasta Paolo y le dijo:

_ Hola Paolo, ¿Cómo estás?

Paolo la miró antentamente, quedó un tanto impresionado por los hermosos ojos de Ivana. Parpadeando rápidamente dijo titubeando:

_ Hola… hola, ¿Cómo… como estás?

Ivana se echó a reir un poquito por los nervios de Paolo, él, en tanto, estaba serio y un poco observador, hasta que la propia Ivana rompió el hielo con una pregunta:

_ Paolo, dime algo, quiero saber una cosa que me intriga, no solo a mí, sino a muchos de tus compañeros, ¿Por qué siempre te aislas?, nunca te juntas con nadie, eres muy solitario.

El muchacho italiano la miró a los ojos y le dijo:

_ Lo que pasa es que a decir verdad, me considero extraño, creo que no pertenezco a este mundo, siempre me costó relacionarme con la gente, parezco un autista, pero no, no se bien que es, ni siquiera los psicólogos saben que me pasa.

Ivana quedó desconcertada, era algo tremendamente extraño lo que oía, por momentos, ella sentía que Paolo ponía pretextos para rechazar su acercamiento, pero por otro lado, había cierto criterio de credibilidad en sus palabras. En medio de una cierta confusión, ella por último dijo:

_ Esta bien, Paolo. No te preocupes, si necesitas algo puedes contar conmigo, mi nombre es Ivana.

Paolo asintió con su pequeña cabeza, y al instante dejó el aula para irse a un rumbo distinto, desconocido para Ivana. Ella lo vio irse portando su mochila hacia el exterior del recinto.
Durante el almuerzo, Ivana se juntaba con unas compañeras para comer e increiblemente ella lo único que hacía era hablar sobre aquel muchacho de origen italiano. Las amigas, en tanto, le jugaban unas bromas, argumentando de que ella gustaba de él. Ivana desde ya que lo negaba, pero a la hora de hablar en serio, las amigas concordaban con ella en que Paolo era un tipo sumamente extraño, llegaron a opinar algo sumamente extremo, lo cual hacía referencia a las pocas ganas de vivir del chico europeo. Cada tanto lo observaban, él se ubicaba siempre en una esquina sobre un pilar con un estilo arquitectónico jónico. Sólo, comiendo un sandwich de jamón y queso acompañádolo con una gaseosa de naranja. Las amigas le decían a Ivana:

_¿ Porque no vas a hablarle, a lo mejor le guste estar en tu compañía?

Ella les había dicho que él fue un poco cortante en el salón, así que no valía la pena ir y perder el tiempo en cuestiones triviales. Sin embargo, sus amigas le insistían, ya que no tenía absolutamente nada, pero nada que perder, al contrario a lo mejor detrás de esa coraza, se escondía la figura de un muy buen chico y ser humano, tan lindo como las rosas en los campos primaverales. Ivana no dejaba de mirarlo, a tal punto en que se levantó del suelo y sus pies se dirigieron directamente hasta el punto donde permanecía la figura del muchacho italiano.
En menos de lo que canta un gallo, Ivana ya estaba al lado de Paolo. Se sentó junto a él y nuevamente lo saludo dándole un beso en la mejilla, el chico hizo lo mismo pero con un poco de nervios. Ella le comentó que había un capítulo de los apuntes que no entendía, y amablemente solicitó la ayuda de Paolo. El muchacho, era un tanto listo, intuía plenamente que todo podía ser un engaño, como si ella de algún modo, pudiera jugarle una broma muy pesada, por lo cual sus impulsos se veían retenidos. Exceptuando cualquier tipo de prejuicios, Paolo aceptó ayudar a Ivana, la cual se puso sumamente contenta por ello, él seguía como si nada, sin emanar una sola sonrisa de su extraño rostro. Notando esto, Ivana le preguntó:

_ ¿Por qué nunca sonríes Paolo?, es muy lindo sonreir, llena tu alma de alegría.

Estando callado durante unos segundos dijo:

_ Lo que pasa es que, no se como explicarlo, pero he tenido muchos malos augurios y nunca he podido sonreir, pero creo que al verte reir a ti, puedo contagiarme y sonreir algún día, quien sabe.

Ivana, notó un cierto progreso sobre Paolo, al menos ahora, sabía como hacer para hacerlo sonreir y que su alma deje de tener tantas amarguras, en tanto que Ivana comenzó a anotar algo en un papel y nuevamente dijo:

_ Mira, aquí tienes, este es el número de mi casa, llámame para concordar cuando podría ser el supuesto día que podamos estudiar, cuanto antes mejor, pero claro, no quiero incomodar ni perturbar tu tiempo tampoco, no sería justo eso tampoco.

Paolo, por fín pudo lanzar una sonrisa, y dijo en tono muy suave:

_ Muchas gracias, Ivana. Me agrada el hecho de saber que respetas a los demás, percibo en ti a una gran persona, muy agradable, muy pacífica, tranquila como el cielo y las estrellas.

Con el alma estupefacta, Ivana quedó impresionada, obviamente porque nunca pensó que el lúgubre Paolo Zambranni podría llegar a decir algo tan lindo como aquellas previas palabras. De modo que le agradeció y volvió junto a sus amigas, despidiéndose de él con un suave y cálido beso en la mejilla. En tanto, Paolo volvió a su estado deprimente de antes y acabó por comerse el sandwich y por no dejar ni una gota de la gaseosa de naranja. Posteriormente, arrojo los residuos al cesto. Ni bien terminó de almorzar, fue hasta los sanitarios para luego continuar con las clases de la tarde.
Previamente a que llegara el profesor, Ivana le ofreció a Paolo si quería sentarse junto a ella en la clase, él con un poco de temperamento y timidez aceptó, le costó ejecutar esta decisión, pero al fín y al cabo se tiró para el lado de la positividad. El muchacho abrió su mochila y sacó los apuntes, debido a una falla en su sistema nervioso, podría decirse a un acto reflejo, sacó de su cartera un cuaderno con unos dibujos increiblemente impresionantes, un tanto extraños, pero muy originales, como por ejemplo, la forma de una nave espacial circular, unos seres casi humanos con manchas verdes en el cuerpo y también un tipo de ciudad, con edificios y casas por doquier. Ivana se vio sumamente sorprendida, a tal punto que preguntó:

_ ¡Que lindos dibujos!. ¿Fuiste tu quién los dibujo?

Paolo mirando para otro lado dijo:

_ Si, así es. Pero por favor no me preguntes más sobre ellos, ni tampoco quiero que le cuentes a nadie sobre los mismos. Ya me consideran un “rarito”, si la gente se entera de estos dibujos, van a pensar cosas mucho peores de mi.

Ivana, al instante lo tomó del hombro y le dijo:

_ No te preocupes, Paolo. Mis labios están sellados, no se lo contaré a nadie.

Paolo le agradeció por el buen gesto, justo en ese momento ingresaba el profesor a la clase para comenzar a explicar las temáticas correspondientes. Dos horas después, la clase terminó, Paolo guardó sus libros en la mochila e Ivana hizo sumamente lo mismo. Sin decir nada más, el chico salió del curso muy rápido, casi tan veloz como las corridas en grandes distancias que emite el avestruz por la sabana africana. Ivana al ver que desapareció al instante, no pudo despedirse de él, dejando así aquel día, para reponer fuerzas y estar en la mejor forma para el día siguiente. Al salir del salón de clases, intentó buscar a Paolo por todas partes pero no tuvo éxito, sin embargo, él intuía que ella iría a buscarlo, se desconoce el porque, pero lo que si se sabía es que el joven italiano estaba escondido sobre una esquina, esperando a que Ivana abandone la universidad para poder irse tranquilo sin que nadie lo perturbe, pero al momento de salir, tuvo la mala suerte de que la propia Ivana lo encontró, y le dijo:

_ Paolo, te estaba esperando, ¿Dónde te habías metido?

Sintiéndose un poco presionado, le dijo:

_ Escucha, Ivana. No se que pasa, pero basta, no puedo ser otra persona, siento que intentas cambiarme y no quiero. Te pido un favor, no te lo tomes a mal, pero déjame en paz. Necesito estar solo, como siempre lo he estado.

Ella se sintió muy triste al escuchar sus palabras, de modo que dijo:

_ Está bien, Paolo, como tu quieras, yo solamente quería ser tu amiga, sabes. En ningún momento quise presionarte, pero si así te sientes es tu decisión, nos vemos mañana.

Sin que nadie se de cuenta, Paolo emitió unas lágrimas desde lo más profundo de sus ojos. Sólo él sabía el porque de su llanto y melancolía extrema. Refregándose los ojos con los dedos, se fue en dirección contraria a la de Ivana. Llegó hasta la parada del colectivo sobre la esquina de la facultad y se fue hasta su hogar. La propia Ivana, hizo lo mismo, pero ella abordaba una línea diferente a la del joven italiano. Durante el viaje, no podía dejar de pensar en él, sobre sus actitudes y el porque de tal atroz rechazo.
En mitad del viaje, Ivana sacó un libro de su mochila y se puso a leer para dejar de pensar un poco en Paolo y darle un respiro a su mente. A pesar de leer aquellos cuentos de terror que le fascinaban, no podía dejar de pensar en Paolo, no podía mantener su lectura acorde, su cerebro, su razón y su intriga predominaban ampliamente sobre ella, como si algo sobrenatural e invisible se apoderara de su forma. Mirando por la ventana, los árboles y demás no lograba quitar esa imagen de su cabeza.
Al bajar del colectivo, sacó las llaves de su casa de su cartera, la cual quedaba a una calle de allí. Ni bien llegó, abrió las puertas de su casa y fue directo a pegarse una agradable ducha. Posteriormente al baño, estudió un poco, y luego se fue a dormir, no tenía demasiado hambre. Durante la noche no pudo conciliar el sueño, no quería admitirlo pero no quedaba más remedio que aceptarlo, Ivana se había enganchado con Paolo, se consideraría exagerado si se dice que ella estaba enamorada de él, ella no sabía si era amor, pero si que se sentía atraída por el jovencito italiano.
Al día siguiente, Ivana tomó la decisión de llegar a lo más profundo de la personalidad de Paolo, a pesar de que había estado sólo un día con él, ella le había tomado el sumo afecto como para decir que le gustaba. Esperando con ansias a que llegara, el muchacho no aparecía, era como si se hiciera rogar ante las expectativas. De hecho, así se dieron las cosas, Paolo se ausentó aquel día e Ivana, no pudo decirle aquello que guardaba en su interior. Nuevamente, aquel día terminó, Ivana subió al colectivo y volvió a su casa por la tarde, casi al anochecer. Ni bien ingresó en su morada, el teléfono sonó, ella contesto al instante diciendo:

_ Hola, ¿Quién habla?

Una voz familiar se oyó, con un raro acento:

_ Hola, Ivana, ¿Cómo estás?, soy Paolo. Me preguntaba si me podrías decir hasta que temas vieron hoy en clase, no pude ir porque tuve que hacer una serie de trámites administrativos de mi visa.

Ivana le propuso a Paolo que vaya hasta su casa, le dio la dirección y demás de paso aprovecharía para aquel trabajo que le había propuesto en arte. El joven anotó el domicilio y le comunicó que pronto estaría en su casa. No fue hasta una hora después que el timbre de la residencia Iñiguez sonó. Ivana miró por la ventana y si, justamente era Paolo el que hizo sonar aquel artefacto eléctrico. Ella se acercó hasta la puerta y lo hizo pasar muy amablemente hasta su casa, como sus padres estaban en el comedor, fueron hasta su alcoba en el segundo piso de la casa para estudiar con más comodidad.
Paolo se sentía sumamente extraño, era la primera vez que iba a la casa de una chica, y le era difícil asumirlo. Ivana abrió la puerta de su pieza y al instante lo hizo pasar, se sentaron sobre su cama, mientras que Paolo sacaba los apuntes de su mochila, ella como era costumbre no podía dejar de mirarlo. No resistió más, con sus manos lo tomó de la nuca y al instante dejo sus labios estampados contra los del chico italiano, el cual desde ya, no entendía absolutamente nada, lo único que su cuerpo podía captar era que la propia Ivana besaba sus labios de una manera rara, por decir un tanto hostil, alocada e incluso apasionada. El beso fue corto, como máxima duración tuvo unos cuatro o cinco segundos, no más que eso. Paolo, sin embargo, quedó boquiabierto, e Ivana le dijo:

_ Perdón, pero no podía más, tenía que hacerlo, estos dos días he estado pensando en ti, Paolo. No puedo sacarte de mi cabeza, a tal punto que debo decir que me gustas.

Paolo, entró en una especie de estado de shock, su rostro estaba peor que antes, era como si le hubieran hecho una lobotomía como a Jack Nicholson, en la película “Atrapados sin salida”. Reaccionando a lo mejor fuera de su voluntad, Paolo le devolvió la gentileza a Ivana, esta vez fue él quién se animó a dar el gran salto. Tomó suavemente de los hombros a Ivana, luego la abrazó, y por último, estrechó sus labios junto a los de ella, ambos estaban con los ojos cerrados, disfrutando de una intensidad tan enérgica como los molinos de viento campestres. Claro que, no todo termino ahí, Ivana comenzó a sacarle lentamente la ropa a Paolo y viceversa, dando lugar a lo que era, una relación sexual inminente por parte de los dos. Antes que cualquier tipo de cosas, Ivana era sumamente cuidadosa en estos temas, por si las moscas, tenía profilácticos en su mesita de luz y pastillas anticonceptivas, también tenía las pastillas de emergencia, conocidas como A.H.E. Tomando todos los recaudos, aquellos dos espíritus jóvenes gozaron de la mejor manera uno de los actos tan naturales y tan hermosos que la vida podría ofrecerle a cualquier ser viviente, sea hombre, mujer o inclusive animal.
Pasaron unas dos horas, ambos estaban recostados sobre la cama de Ivana, Paolo sonreía, e Ivana, al verlo también emitía una risa. Paolo, le confesó que era la primera vez que tenía relaciones sexuales, con lo cual sus mejillas se pusieron un poco coloradas. Ivana, en tanto, lo abrazaba, lo acariciaba y le daba besos en sus pómulos, en tanto que, Paolo miraba hacia arriba. Así, estuvieron un buen rato, hasta que se vistieron y estudiaron un poco, como ya era un poco tarde, sigilosamente bajaron la escalera para no hacer ruido, con lo cual Paolo se dirigió hasta su respectivo hogar, despidiéndose de Ivana mediante un saludo que emitió con su mano derecha. Ella en tanto, sintió que su felicidad se veía complementada, sus intrigas, sus miedos y su atracción por él fueron esclarecidas.
Al día siguiente, a eso de las siete de la mañana, el despertador sonó, antes de desayunar, ella recordó que debía tomar la pastilla de A.H.E. por si las dudas, luego del desayuno, partió para la universidad. Luego de las clases, aprovechó a hablar con Paolo, el cual estaba sumamente feliz, inclusive, le contó lo que sucedió a sus amigas de almuerzo, las cuales quedaron sumamente impresionadas y desde ya, que siguieron haciéndole bromas pesadas a Ivana. Ella ahora si, se ponía colorada y no podía negar que se estaba enamorando lentamente de aquel joven italiano.
Las clases terminaron, Paolo le comunicó que era doloroso, pero que en los tres meses de vacaciones iría a Nápoles, desde ya que la extrañaría.
Ella se puso muy triste por tal noticia y rogaba que aquel trimestre pasara rápido para volver a verlo.
Ante esta situación, aprovecharon a pasar todo el tiempo que podían juntos, iban al cine, a cenar, a caminar y demás, Paolo encontró la felicidad que buscaba sobre Ivana Iñiguez y viceversa.
En enero de 1990, Paolo partió para Italia. Ivana comenzó a sentir una sensación un tanto extraña, según sus cálculos era hora de que venga su período, lo cual no ocurrió. Al ver que los días pasaban y pasaban, compró un test de embarazo en una farmacia y se lo hizo, para sorpresa de ella el mismo dio positivo, estaba embarazada de Paolo. Sin poder comunicarse con él, tuvo que acudir a sus padres, los cuales se enfurecieron de una manera atroz. Lo hecho, hecho está, el tiempo no puede volver atrás, un bebé se gestaba dentro de Ivana, la cual se cuidaba mucho, extrañamente era imposible que esta situación se diera, ellos se habían cuidado a la perfección, pero claro, los anticonceptivos no son 100 por ciento seguros, a veces pueden fallar, y esta vez le tocó ese mal augurio a la joven Ivana Iñiguez, que pronto cumpliría 23 años de edad.
Los tres meses pasaron volando, sin embargo, Paolo Zambranni no regresó de Italia ni tampoco a la facultad.
A los seis meses de gestación, los padres le pidieron un turno para hacerse una ecografía obstétrica, la cual diagnosticaría el estado del embrión. Un día viernes por la tarde, sobre el centro de diagnósticos por imágenes ubicado a una corta distancia de su hogar, Ivana se sometió al estudio. El doctor Andersen, fue quién hizo el diagnóstico, Ivana le consultó sobre el embarazo y dijo que estas cosas ocurren, a veces suele estar fallado el A.H.E., lo curioso fueron sus palabras al ver la ecografía:

_ El bebé está muy bien, es extraño pero no puedo apreciar muchos detalles, a esta altura debería saberse si es varón o nena, pero no puedo identificarlo, lo único que puedo ver son esas manchas, son como de un color verde, o al menos ese colorido podrían llegar a tener.

Ivana estaba recostada sobre la camilla y al instante su rostro se llenó de horror cuando recordó lo que Paolo le dijo una vez, también por la reminiscencia de aquellos dibujos de platos voladores y seres con escamas verdes y llegó a la terrorífica conclusión de que si su hijo poseía dichas escamas, Paolo Zambranni, donde sea que esté, tenía razón, él no pertenecía a este mundo.
FIN

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