martes, 2 de junio de 2009

EL ESPEJO

Por las mañanas; Dorian, un joven muchacho de veinticuatro años de edad, estatura mediana, pelo castaño, ojos verdes y de apariencia robusta, acostumbraba a mirarse al espejo que colgaba en las paredes de su habitación.
Este ritual lo practicaba durante todos los días a la hora del amanecer, le encantaba contemplarse y observarse atentamente para subirse el autoestima, sin dudas que apreciaba mucho aquel espejo que su abuelo Clifford le había dejado de herencia hacía ya tres años.
Dorian llevaba una vida plenamente normal como cualquier muchacho joven lleno de vida de esa edad, estudiaba Matemáticas en la universidad e incluso trabajaba en una fábrica como operario, ensamblando repuestos para el armado de vehículos y automotores.
Durante la semana esta rutina lo atrofiaba y lo desgastaba tanto física y emocionalmente. Richard, uno de sus mejores amigos, sino mejor dicho el mejor compadre que tenía siempre, lo llamaba por teléfono los viernes por la noche, incluso en la semana le mandaba algún que otro e-mail para ver como estaba. Durante las charlas telefónicas organizaban planes para ir de parranda los sábados por la noche. A pesar de la vagancia que poseía el propio Richard, siempre se ajustaba a la realidad de Dorian, además de que siempre se las ingeniaba mediante alguna escaramuza para conseguir algo de dinero y así salir a divertirse los fines de semana.
Dorian por su parte, era un joven bastante solitario a nivel sentimental, hacía siete años que había roto sus compromisos con aquella chica que salía, una joven muchacha de cabello castaño, ojos marrones y muy bonitos, su relación había sido hermosa, hasta que terminó, y desde entonces, Dorian jamás pudo volver a establecer un vínculo comprometedor con ninguna otra mujer, nunca más supo como lograrlo. Siempre se preocupaba por otras cosas y su corazón quedaba muy al margen de todas las temáticas de su vida.
El viernes por la noche, Dorian recibió un llamado telefónico, quién llamaba era nada más ni nada menos que su amigo Richard. Este se había enterado de la apertura de un nuevo complejo bailable por el pueblo y su objetivo era invitarlo de buena gana a Dorian para que de este modo los dos conozcan el boliche. Por otra parte, el mismísimo Dorian no era de salir a bailar, le gustaba divertirse de otro modo, pero esa vez cedió ante las insistencias de su particular y carismático amigo.
Richard acordó que iría a la casa de Dorian a cenar, escucharían algo de música y luego partirían para el nuevo boliche. Al finalizar la cena, ese mismo sábado, Dorian fue directo hasta su cuarto a cambiarse la ropa, se miraba una y otra vez en aquel viejo y gran espejo. Con un poco de gracia, Richard le decía:

_ ¡Estás fascinado con ese espejo! Lo quieres más que a tu propia madre.

Dorian con una pequeña sonrisa dijo:

_ Si, este espejo me encanta, parece ser muy valioso “Rick”, es antiquísimo. Tiene algo intangible que me genera mucha atracción por él. A lo mejor exagero pero puedo decirte que estoy como enamorado de esta gran reliquia.

Era casi medianoche, Richard y Dorian estaban preparados para ir a divertirse en aquel nuevo lugar. Los dos estaban muy bien vestidos, olían muy rico debido al perfume importado que Dorian compraba en esas lujosas tiendas de perfumería. Quince minutos después llegaron al lugar, habían abordado un taxi que los dejó en la entrada principal del nuevo antro. Cuando llegaron se sorprendieron por la gran cola que había para sacar las entradas e ingresar al lugar, al ser una atracción novedosa, la gente de aquella pequeña ciudad sentía una gran curiosidad por ver las alegrías que podían llegar a encontrar. En la fila había gente de todas las edades que uno pudiera imaginar, desde ya que era un gentío que superaba la edad acorde para ingresar al recinto bailable.
Alrededor de la una de la madrugada Richard y Dorian pudieron ingresar de una vez por todas al complejo, la fila era sumamente larga y tuvieron que esperar mucho a pesar de que había tres personas vendiendo las entradas desde sus correspondientes taquillas. Al estar ya dentro del boliche, aquellos dos jóvenes quedaron sumamente boquiabiertos. El recinto era fascinante; ofrecía unos grandes efectos de luz, sonido digital de última generación y una gran e inmensa barra para sentarse a beber tragos. Claro que también podían bailar de la mejor forma posible debido a la tremenda magnitud que poseía la pista central para moverse.
Casi a las tres de la mañana, Richard se separó de Dorian, al parecer había tomado demasiado alcohol y tuvo que dirigirse con urgencia hasta los sanitarios. El mismo Dorian quedó solo por un rato, de espaldas a la barra y mirando de frente hacia la pista de baile. Comenzó a aburrirse de a poco, a tal punto que a cada rato observaba su reloj dando a entender que quería irse de allí. Su aburrimiento cesó cuando una bella mujer de cabello oscuro y lacio se acercó hasta él con mucho glamour y belleza. Además estaba vestida con una remera musculosa negra escotada y unos pantalones azules parecidos a un jean. Mientras pasaba su dedo índice derecho por sus labios pintados de color rojo carmesí le dijo a Dorian con dulzura:

_ Hola, lindo. ¿Cómo estás?, se te ve muy solito esta noche.

Dorian quedó sumamente atónito ante la reacción de esa hermosa señorita, de hecho comenzó a tartamudear ante la bella sonrisa de la chica. Con reiteraciones en el tono de su voz, Dorian dijo:

_ Hola, ¿Qué tal?, me…me llamo Dorian, es un gusto co… conocerte.

La jovencita sonrió al ver el tartamudeo y la timidez que Dorian padecía en ese instante, luego con más calma dijo:

_ Es un gusto, Dorian. Yo me llamo Esmeralda, eres un bombón. ¿Quieres qué te invite un trago?, si quieres…, así no conocemos mejor.

Dorian se sentía muy a gusto, hacía mucho tiempo que una chica no se le acercaba de esa manera y con esas intenciones. Tomaron un trago y luego siguieron hablando. Por otra parte, Richard seguía sin aparecer, pero Dorian tenía la mente demasiado ocupada para pensar en él. El hecho de que su amigo no fuera visto fue oportuno para que el propio Dorian aprovechara la oportunidad de conocer a Esmeralda y viceversa. Todo indicaba que se llevaban muy pero muy bien.
Eran casi las cinco de la mañana, durante casi dos horas aquellos dos espíritus llenos de juventud habían conversado y reído a lo loco. Esmeralda rompió la última capa de hielo, se acercó hasta Dorian y le pasó la lengua sobre la superficie externa de su oído derecho, y en voz suave casi en secreto dijo:

_ La verdad que me caes muy bien, de hecho quisiera ir a un lugar más privado e íntimo para conocernos mejor. ¡Me encantás!

Sin dudas de que Dorian no se esperaba eso, tenía dudas desde ya porque a lo mejor podría tratarse de una pequeña jugarreta para ser asaltado e incluso llegó a conjeturar que Esmeralda podría tratarse de una prostituta, aprovechando la oportunidad de sacar dinero mediante esos juegos de seducción. Sin pensarlo demasiadas veces, aceptó la oferta de Esmeralda y abandonaron el boliche de manera rápida. A la salida, Dorian le envió un mensaje de texto a Richard por medio de su teléfono celular para que sepa que iba a dejar el boliche. Acto seguido de ello, fueron hasta la parada del colectivo y allí no más bajo la luz de la luna en estado de cuarto menguante, comenzaron a besarse apasionadamente. Los ósculos siguieron, incluso arriba del transporte público, no les importaba en lo más mínimo que hubiera gente a su alrededor mientras ellos demostraban “afecto”.
Al cabo de unos minutos, bajaron del colectivo y dieron directamente contra la entrada principal de un albergue transitorio. Observando que Dorian no tenía ni un centavo partido al medio, situación que lo sonrojó debido a la vergüenza, Esmeralda aceptó gustosamente pagar por el servicio que les ofrecía el hotel.
Ya casi estaba amaneciendo cuando Dorian supo que había pasado una de las mejores noches de su vida, cuando se despidió de Esmeralda, fue directo y sin escalas hasta su propia casa. Ese día durmió durante toda la mañana hasta la tarde. Al despertar llamó a Richard y le contó lo sucedido con la joven muchacha. Por su parte el amigo le contó que recibió aquel mensaje de texto, pero no lo pudo responder debido a que estuvo mucho tiempo vomitando en los baños del boliche e incluso tuvo que permanecer la noche en un centro de salud cercano por problemas severos en el estómago. Con una gran euforia, Richard dijo:

_ ¡Viste!, ¡Valió la pena salir!, tu soledad se rompió por un momento.

Dorian se echó a reír al escuchar los halagos de su amigo, hablaron por un rato más y luego colgó el teléfono para seguir con sus cosas.
A la mañana siguiente; Dorian se despertó con una intensa fiebre, llamó a su trabajo para avisar que no iba a concurrir, también de hecho se ausentó a las clases de la universidad. Seguido de la fiebre le siguieron otros síntomas: el más frecuente fue el insomnio, no podía dormir bien por las noches, le costaba demasiado poder juntar los ojos y caer en el mundo de Morfeo. Su piel se notaba más pálida de lo normal, e incluso unas grandes ojeras negras surgieron por debajo de sus ojos verdes.
Durante toda la semana, Dorian se sintió muy enfermo y débil, un médico vino a visitarlo a domicilio y le recetó unos comprimidos, los tomó pero incluso así seguía mal. Un hecho muy particular ocurrió el día sábado, fue justo una semana después de haber ido al nuevo boliche. Dorian tomó el teléfono de su habitación y llamó a Richard, el cual acudió de inmediato hasta su casa. La madre de Dorian lo recibió con los brazos bien abiertos y le dijo:

_ ¡Richard, que bueno que estás aquí!, a lo mejor tu convences a Dorian de que salga de su cuarto, toda la semana estuvo enclaustrado ahí.

Richard fue de inmediato hasta la habitación de Dorian, abrió la puerta e ingresó velozmente en la alcoba de su amigo. Al estar dentro del aposento, notó que el espejo estaba dado vuelta, el vidrio daba contra la pared, al mismo tiempo el propio Richard se pegó un buen susto al ver el terrible aspecto que tenía su amigo. Nunca había visto nada igual, era una imagen tan lúgubre que cualquiera de corazón flojo hubiera muerto de un infarto, otra cosa que le llamó la atención fue esa enorme marca morada que Dorian traía en el cuello producto de aquella noche de placer. Unos pocos segundos después el espanto, el pavor y el mismo miedo se apoderaron completamente de Richard al ver el siguiente suceso particular: Dorian se acercó hasta el espejo y le sugirió a Richard que prestara suma atención. Al estar posicionado delante de la antiquísima reliquia, Dorian dio vuelta el vidrio del espejo, se posicionó frente al mismo y su amigo notó con suma claridad de que su fiel compañero ya no se veía reflejado en él.

FIN

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